Hilda Levine fue en los años cincuenta, una actriz muy popular en San Salvador. No me consta, únicamente me lo han contado quienes dicen tener fe de ello.
En 1993 su rostro aún poseía una fuerte personalidad, lo que me llevó a fotografiarla. Y ella se desenvuelve muy bien, a pesar de, o mejor aún, debido al contrapeso que ofrece la escultura en metal, con la que aparenta un juego de sombras.
Hay algo en ella de imponente, de totem en reposo, mientras mira al fotógrafo y la fuerza de su mirada no ofrece compromisos.
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