Wednesday 31 December 2008

Enrique Buenaventura




















Enrique Buenaventura, Cali 1982 ©Lalo Borja

Bien parece que la desaparición física (Cali, Dic 31-05) de Don Enrique Buenaventura no ha disminuido en lo más mínimo su estatura artística e intelectual en el panorama colombiano. Sus escritos han sido catalogados, sus pinturas reproducidas, sus conferencias analizadas, sus montajes re-editados. El único gran teatro Municipal de Cali lleva ahora su nombre. Finalmente se le reconoce como el genio que fue en vida. Este aspecto habla más de la negligencia oficial que de la envergadura de sus logros en vida. Nada se le dio gratuito, todo lo obtuvo por fuerza del mérito, la inteligencia y el tesón, aun después de muerto.
En uno de sus poemas leemos:

"Estuve tan cerca de la victoria
que me vi perdido.
Presentí mi calavera laureada
Pero vino a salvarme la derrota"

Enrique Buenaventura fue un aventurero en todo lo que inició: desde su juventud como marinero, hasta su vejez al frente de uno de los movimientos teatrales más dinámicos y quijotescos que se tenga memoria en Colombia. Enrique Buenaventura fundó a fuerza de su espíritu el Teatro Experimental de Cali (TEC) a principios de los años sesentas y se mantuvo al pie del mismo contra viento y marea, en tiempos benévolos y aguaceros tormentosos.
"Yo nací en medio de un incendio", le escuché decir alguna vez en medio de whiskies, en casa de Pedro Rey. Pienso que esta frase lo define mejor que todas las sentencias escritas post-mortem. Su causa es la de titanes que enfrentan la vida con una felicidad y una fe inextinguible. Así se hizo actor, dramaturgo, poeta, crítico, pintor y excelso director de teatro. Así habremos de recordarle aquellos que tenemos la fortuna de llevar en la memoria su tono de voz pausado, lleno de sabiduría y humor.
Desde esta distancia sólo me resta repetir tu saludo predilecto, allí donde estés, "Mi querido my dear".

Thursday 18 December 2008

La mirada profunda de Fernell Franco


















Fernell Franco, Cali 1997 ©Lalo Borja


El 2 de enero de 2006, a la edad de 63 años, el fotógrafo colombiano
Fernell Franco murió de un paro cardiaco, justo cuando su arte
empezaba a recibir reconocimiento internacional. El año anterior su
obra había sido admirada en Buenos Aires y Madrid.
En Cali, su ciudad adoptiva, media docena de sitios repartidos entre
galerías, museos y universidades habían celebrado su talento con una
gran exposición múltiple. Con anterioridad y de manera esporádica,
Berlín, México y La Habana habían sido ya testigos de su talante
visionario.
Muchos llegaron a pensar que su trabajo en el que invirtió la mayor
parte de 40 años de continua labor, dispersa entre fotografía
callejera, periodismo y publicidad, habría de quedar en el olvido como
quedan muchas de las realizaciones de artistas soñadores en el
trópico.
Afortunadamente no ha sido así. La Universidad de Harvard a través del Centro David Rockefeller para Estudios Latinoamericanos, está invirtiendo el dinero necesario para que la obra fotográfica de Fernell Franco no quede en el olvido. Con los fondos proporcionados por esta institución se están preservando y catalogando los archivos. Además se está subvencionando el establecimiento y mantenimiento de la Fundación Fernell Franco en la ciudad de Cali, administrada por Vanessa Franco, su hija; y Martha Izquierdo, su viuda.
Una vez logrado este propósito la Fundación Fernell Franco podrá disponer dónde exhibir el trabajo y cómo mantener el perfil necesario para su crecimiento y la difusión del trabajo fotográfico de este gran artista.
Son cerca de 45 mil negativos que están siendo digitalizados para
luego ser expuestos al público internacional a través de exhibiciones,
publicaciones y divulgación cultural por lo alto.
Su trayectoria es una constante en ascenso; desde sus inicios en la
humilde profesión de mensajero de laboratorio, a fotógrafo público, a
reportero gráfico y fotógrafo de publicidad -donde su genio está
apenas siendo reconocido- llegaremos finalmente a la esencia de su
trabajo artístico.
Es allí donde brilla la mirada profunda de este hombre que en vida
buscó la sobriedad de su visión en un cuarto oscuro a solas con sus
negativos. De éstos se puede deducir que aquello que impulsaba su obra
no era más que la casi imposible tarea de preservar los cambios
sociales, culturales y arquitectónicos de una ciudad en un flujo
vertiginoso de expansión.
La obra de este fotógrafo nos muestra aspectos ignorados de un país ya
desconocido para muchos, a partir del examen de una ciudad en su
taxonomía de una arquitectura tradicional en vías de extinción; en el
registro de la transición de su folclore urbano adormilado, hacia una
modernidad mal entendida. Allí vemos retratados los rituales de barrio
en la serie "Galladas", su estudio de bandas de adolescentes en
polvorientas esquinas que empezaban a ser sacudidas por el terremoto
del narcotráfico y la alucinación del dinero fácil.
No menos importante es su serie silenciosa, profundamente
influenciada por la violencia de un país convulsionado,
titulada "Amarrados", donde la carga simbólica está representada
por grandes bultos atados con sogas en los mercados de pueblos
y ciudades en Colombia.
Ha sido la crítica de arte y curadora María Iovino quien mejor ha
definido este aspecto de su obra:
"En las imágenes de Franco se desentrañan la relación férrea y
desconfiada que se tiene con lo poco o con lo mucho que se posee en
los países en conflicto; la dramática inestabilidad con respecto al
lugar en que se habita; el misterio, la sobreposición de apañamientos
y de soluciones de urgencia que ocultan lo que ha registrado la
memoria; y el sentido lúgubre que imparte aún a las manifestaciones de
la celebración una historia marcada por el avasallamiento del más
débil y por la diferencia extrema"













Imagen sacada de la serie "Amarrados"















De la serie "Galladas"

http://www.drclas.harvard.edu/revista
http://dintev.univalle.edu.co/cvisaacs/fernell/index.htm

Sunday 14 December 2008

John Szarkowski, Photographer, Critic Extraordinaire





































John Szarkowski, London 2002 ©Lalo Borja


He would have been 83 years of age had he been alive on December 18th 2008. Those of us who admire his writings, his sensitivity and his photographic eye, must remember him as the pioneer critic of photography for the second half of the Twentieth Century. He championed Diane Arbus, Garry Winogrand and Lee Friedlander, at a time in which there were still remnants of a bygone era when photography was thought of as an inferior sibling to painting.
He inherited the director's chair of the Department of Photography at the Museum of Modern Art in New York from Edward Steichen, and for the next thirty years his output as a critic and curator were a constant flow of spirited discourse and brilliant argumentation.
"In the photographic forum of the 1960's to the 90's, he was the equivalent of Aristotle or Socrates, arguing which gods should be revered, and which deposed. Szarkowski's views raised the ire of many photographers, but he had more photographic intelligence in his little finger than his fiercest critics had in their entire bodies", according to the writer and photographer Bill Jay.
His unfailing intelligence in all things photographic gave us the Photographer's Eye and Photography Until Now, two major texts to guide our search for answers in a world that is rapidly evolving when it comes to visual arts and not always for the better.

Tuesday 9 December 2008

Two artists, brother and sister




Whitstable, Kent, is a beautiful coastal town full of artists. This single fact I can count as one of the blessings of the place. It also helps that the locale is easy on the eye. It always reminds me of San Francisco, when you drive down from the hills and see the town somewhat sleepy and the shimmering waves on the distance.
It was here that I recently met Ron Grun, brother of painter Cathy McTurk and master clarinetist. Ron is a most amiable fellow, quiet, unassuming and a wonderful musician who used to live in Los Angeles but now makes his home in Paris.
I wanted to seize the moment and asked them to stand for a portrait the next morning, the very last day of November 2008. Here are the results.

Saturday 6 December 2008

Annie Leibovitz: A Photographer's Life

La fotógrafa y su hija mayor, Sarah, en Mayo de 2003- Poughkeepsie, Estado de Nueva York. Foto: Lalo Borja © "La Vida de una Fotógrafa" es título con el cual la reconocida artista americana presenta una extensa retrospectiva en Londres, en la National Portrait Gallery, ese templo del retrato. Como era de esperarse la muestra contiene un gran surtido de celebridades: aquellas que lo son por derecho propio al haber demostrado inigualables dotes histriónicas en la política o el cine; y otros, célebres por ser artistas, cantantes y modelos rutilantes. O atletas que han terminado siendo declarados por los medios como celebridades bona fide. La fotógrafa ha transitado la farándula, aquella que se mueve en las entretelas de la estratosfera hollywoodense, durante muchos años, y ha terminado, finalmente, siendo declarada ella misma una celebridad. Muchos dirán que por asociación. Yo quisiera pensar que por derecho propio gracias a su trabajo artístico. Lo más interesante, a más de paradójico, en esta exhibición nos muestra a la artista dispuesta a abrir ante el espectador una ventana a su vida privada, a sus pesares y sus alegrías. Mezclados en medio de algunos espectaculares retratos por entre las salas que conforman la galería, han sido colgadas pequeñas fotografías en blanco y negro que contienen los códigos de su intimidad. Así, somos partícipes del nacimiento de sus tres hijas, de las bodas de oro de sus padres y de numerosas escenas que sólo se ven en los álbumes de familia. Hay decenas de retratos de sus hermanas, su hermano, sus sobrinos, sus cuñados y, en especial, de sus padres a medida que envejecen. De esta forma hemos visto morir a su padre y a su compañera de muchos años, la escritora Susan Sontag. Llama la atención el empeño con que se nos han querido mostrar estos hechos. Es una demostración de inmenso coraje; en efecto, se trata de una catarsis llevada a cabo en público que seamos llamados a ser testigos a la fuerza para evidenciar los estragos que el cáncer y la edad hicieron sobre dos de sus seres queridos. En algún cuento de Borges hay una frase lapidaria que define de manera terrible los muertos y que se aplica a propios y a extraños, al decir acerca de alguien que ha dejado de existir que había adquirido "ese aire de cachivache que tienen los difuntos". Eso es exactamente lo primero que me vino a la mente al ver los retratos funerarios de Susan Sontag. Toda la gloria de su intelecto aparece derrotada por la impostergable. Es un homenaje impensado a aquellos fotógrafos del siglo XIX que se ganaban la vida trabajando imágenes mortuorias. Hay también un sentido homenaje a Richard Avedon, de quien hizo un retrato menos que satisfactorio, tal vez intimidada ante la presencia del gran retratista. Sobresalen tres piezas maestras: el retrato funerario, esta vez a priori, del escritor William Burroughs; un magnífico retablo clásico del pintor Julian Schnabel; y un extraordinario retrato a color del actor Daniel Day Lewis, poseído por el fantasma de Abraham Lincoln. Hay también en esta exposición una curiosa serie de paisajes ampliados al tamaño de las paredes de la galería, los cuales la artista ha tratado de explicar como imposiciones de trabajo y que muy a pesar de no ser ejemplos perfectos del paisaje -casi nada lo es después de Ansel Adams- hay que admirarlos con un cierto aire de incredulidad. Existe un trecho muy largo entre la intimidad del retrato y las áridas vistas tomadas mientras se cubren las distancias desde el vientre de un helicóptero. En cuanto a los retratos de la reina Isabel de Inglaterra, Leibovitz produjo una serie magistral de retratos en los cuales la soberana parece flotar en armiño y piedras preciosas, rodeada de la pompa extrema de quien heredó un imperio, pero a estas alturas ya esas escenas tienen un aire anacrónico y sobrecargado. En materia de retratos de su alteza real pienso que me quedo con aquellos de inigualable elegancia y mesura que produjo el gran Cecil Beaton hace ya medio siglo. National Portrait Gallery, Londres. Hasta Febrero 1 de 2009

Tuesday 25 November 2008

Tuesday 18 November 2008

Francis Bacon, Tate Britain, Londres





































Estudio para retrato del Papa Inocencio X 1953 (After Velázquez)


Es fácil adjudicar a Francis Bacon varias etiquetas. Estas hablan en su mayoría del horror, de la violencia que conduce al espasmo en la evisceración de seres inconclusos pero intuidos. Hay mucho de asalto visual en sus cuadros, de emboscada naranja, carmesí y verde intenso en su pintura, que nos compele en primera instancia a rechazarlas. Pero, más poderoso que el rechazo hay de por medio un descubrimiento de lo insondable a simple vista, que hace imposible no mirarlas. Hay que mirar a Bacon para poder sentir el poderío implacable de su puñal resplandeciente de colores. Hay que acercarse temerosamente a su hoguera, a riesgo y con el propósito esencial de sentir el fuego. Porque lo que hay en Bacon es el color y más que el color el sentimiento de percibir los tintes del misterio. Los cuadros que chorrean blancos como húmeros gelatinosos; los verdes que convierten a un perro común en un espanto; los grises que hablan del silencio en los más que silenciosos espacios de la tristeza y la soledad contemporánea.
Es muy fácil decir que Bacon es un artista maldito. Mucho más difícil es pensar que es un ángel dedicado a reivindicar el martirio de los inocentes.
Manteniendo los necesarios límites y guardadas las evidentes proporciones, pienso que hay mucho en su pintura que nos remite a aquellos minúsculos grabados de Goya -Los Desastres de la Guerra- denuncia irrefutable de la inhumanidad del ser humano y aquella conducta proclive al desmembramiento y la mutilación de sus congéneres, como herramienta de ejercicio del poder. De igual forma encuentro una relación no muy tenue entre ambos y el trabajo artístico del fotógrafo americano Joel-Peter Witkin, quien ha logrado instaurar su arte a partir de una asombrosa visión apocalíptica del hombre contemporáneo.
Bacon sobrepasa todas las denominaciones que se le puedan endilgar. No es abstracto, ni surrealista, ni naturalista. Ni mucho menos impresionista: es simplemente impresionante. Es quizá el pintor que más desafía el concepto recóndito de la alucinación; de los sueños prohibidos que nacen en el sótano de los sentidos y sobreviven a los grandes incendios de la realidad.
Esa misma realidad que nos lleva a abrir bien los ojos porque lo que tenemos frente a nuestra vapuleada pupila es ni más ni menos que la apoteosis de la pintura. En el Siglo XXI y muchos por venir.


La exhibición retrospectiva de la pintura de Francis Bacon, en la Galería Tate Britain, estará abierta hasta el 4 de enero de 2009



















Francis Bacon, retratado por Richard Avedon, Paris 1979

Sunday 9 November 2008

The women in my life






























If there is a single anything I owe photography it must be its capacity to make me turn back the clock and revisit some of the memories that would be otherwise lost forever. My mother, gone from this world a year ago this November, lives unchanged in this portrait taken with her granddaughter who is already 27 years of age, but who like her grandma will never grow old and will always look an angelical eight year old as she was, when this portrait was taken.
This is my mother and my older daughter, Sahara, during the summer of 1989.

Ecuador Summer of 2000
























































































































































There is a mask which acts as an omnipresent façade that will always stand between any photographic transaction we may conduct when dealing with our sitters, while travelling through the highlands of Ecuador and photographing some of its many characters in towns, plazas and market places.
It is a long process, which we might start by calling it Picturesque, for lack of a more adept name; since that is, in essence, the defining factor of most portraits taken when going abroad. In trying to avoid the picturesque I begin by wiping off the smiles from the faces in my subjects.
The faces are their only masks. And they conceal nothing. I feel they hide nothing because they do not have to pretend to show other than what they are, hence the ever-present sad countenance in many of my subjects portrayed here.
Nothing can be gained by hiding what they are. The only true face is the stoic sculpture chiselled out on their skin. These faces say nothing and expect nothing, save a few worn-out coins and sometimes nothing.

It started in the summer of 2000 in Quito, followed by stops in Baños, Riobamba and ended in Cuenca, in the Southern part of that beautiful country.
These are faces we have to discover by ourselves. Not only their physical make-up, there is a lot to answer to their silence since we are the visitors, we live abroad, we have a lot more in our pockets. We have to make head or tails of their presence in front of the camera and start by trying a lot harder to understand, first the defiant stance that make some of them challenge our complacency and then our own role on this equation of North vs South.
The portrait photographer who travels to Ecuador to trap the picturesque would do a lot better by staying home reading travel catalogues. For if one is to go to a place such as this Andean region, one had better be ready to encounter challenges not found in the glossy pages of any magazine and accept that we are mere intruders.
The camera sometimes sees what we want to see ourselves. It is better to let it be independent of our prejudices and desires for that way a natural order of things will come into being a lot easier.

Tuesday 21 October 2008

The Market in Cuenca, Ecuador, 1979

Before I ever thought of taking photographs in market places in Colombia I had been three times to Ecuador and in those occasions I was mesmerized by the rich variety of visuals that one can encounter in such places.
More than “encounter” I feel I should call them visual assaults, such is the variety and the unexpected richness of what the traveller can find in that Andean country.
It is impossible not to be overwhelmed by what you see. A million flowers of infinite variation of tones, and an endless array of fruits of amazing colours.

And there is, of course, its people.
If portraiture is what interests you in photography then Ecuador is a tremendous source of material to photograph. I always found the markets the most interesting of all places to visit when I had been travelling through that wonderful country.
The mountains with its vast expanse of green fading into the horizon and the faces of its people have proved irresistible. Any time you stopped anywhere along the road you were surrounded by faces, young and old.

I remember a time in which people used to crowd around you wanting to know where you were coming from and how were things “out there”, meaning abroad or wherever it was you lived. The first time I visited in 1979 I walked around fascinated by the absolute tranquillity of those places, people went about their business without questioning your presence.
This series of images I have recently found hidden in an old envelope and I can vaguely remember printing them sometime in the early eighties in Toronto. They portray the sellers and buyers going about their business with a couple of extra images out of the ordinary. One shows a heavily handicapped man dragging himself through the market asking for alms and the other shows an old man who carries a crucifix from stall to stall collecting money from the sellers as he makes his rounds.
This is a very old tradition in South America and people, more so the poorest, give generously always hoping that divine intercession will help them better their lot.

Thursday 16 October 2008

Tumba de Cortázar - Cementerio de Montparnasse





































Hace ya un par de veranos decidí visitar por primera vez la tumba de quien ha sido en mi vida un faro de inextinguible luz, Julio Cortázar.
De pie frente a la blanca piedra debajo de la cual reposa el gran escritor argentino vinieron a mi mente estas palabras escritas desde hacía ya varios años y que finalmente parecían venir al caso.



HORACIO OLIVEIRA PIENSA EN LA MAGA

                                                                              A La Petite, París 1988


Sé que trajinas la noche 

Tratando de hallar

En el fatigado fulgor de las hogueras 

La clave cifrada

Que te ha de liberar de tus fantasmas


Sé también que la aurora 

Moja tus pestañas

De una fina llovizna cenicienta

Que las blandas agujas del hastío te obligan

A bordar el sueño de un leopardo


Intuyo tu silueta vagando en su desvelo

Hacia el refugio insomne de los puentes

Como si buscando 

En el oculto espejo del río

Pudieras hallar tu rostro ingenuo 

De hechizada fiera


No habrá tregua

Ni alivio a tu tormento

En el exiguo palpitar del alba

Mientras la lengua susurrante 

Del rocío te repita al oído 

El nombre escalofriante del olvido.


                                                                                     

                                                                                   CALI, COL - JUNIO 20, 2000


Monday 13 October 2008

Notes On a Photographic Project - Cali, Col 1995






































In 1995 after many years abroad I returned to Cali, Colombia, from San Francisco, California.
Simultaneous with my return I decided to make a photographic documentary based on portraits of many of the characters that gather every Sunday afternoon in a large park south of the city, in the neighbourhood where I spent my childhood and adolescence.
It is an open space where people go looking for a bit of relaxation, some social interaction and any kind of free entertainment they can get before returning to their homes in the late evening.






































It is by any standards a Sunday afternoon for working-class people and for all intents and purposes many of the those who go there have something on their minds. There are plenty of men and women looking for each other as they perambulate without agenda throughout the afternoon. Many of them are domestic service maids who come from the better off parts of town mingling with brick layers, soldiers on leave, fortune tellers, ice cream vendors, undercover cops and a truly astonishing variety of con men and women ready to make a quick buck off the back of anyone not cautious enough who get caught on their web.






































My main purpose, photographically speaking, was to concentrate on the ambulatory vendors, street sellers of every kind of merchandise as they make their way through the crowds hawking their wares. The park is always teeming with these. Many are children and there are plenty of old men and old women who walk listlessly carrying big baskets with them, or dragging around large plastic bags brimming with every conceivable thing as they try to make the best of a large crowd in the park.
Everyone tries to make a living and everyone has the mark of urgency and much despair etched on their faces. It is a hard way to bring home the bacon.






































Initially I became acquainted with the park’s photographers since many of them, and there are many, are the eyes of the place, literally speaking. I was able to exchange information with them, share a few beers and get a feel for the space. I asked about the security risks involved in bringing an expensive camera into public view and so forth. Before long we were colleagues speaking the same language and I felt safe surrounded by them.
After a few weeks I brought my equipment and also an old black cloth I inherited from a theatre group. That cloth became my working space, my background which I hung from two trees with a rope, a wonderful working space where I asked people to enter and with which I managed to get my portraits done.
I spent nearly three months, working the cloth and the crowds every Sunday afternoon and did not call off my project until after I felt I had got what I needed.
The park photographers did not feel any animosity towards me because my project was a private artistic enterprise without any monetary exchange taking place.






































I felt that I was continuing a long tradition where photographers for many generations before me had spent time photographing common people for reasons that go from the humanistic to the curious.
I was merely interested on their stories and also to get to know some of the people from my old country from which I had been estranged for so long. It was a worthwhile project and now, thirteen years later sitting in my studio in England, I can still recall their voices and the sad countenance of their faces. Bless them all.

Tuesday 7 October 2008

Cartier-Bresson y Walker Evans en Paris















Se celebra por estos días en París una muestra de fotografía de dos artistas que por separado brindaron al Siglo XX una visión personal y definitoria del talento artístico con el que se enriqueció este arte. La exhibición está abierta desde el 10 de septiembre y lo estará hasta el 21 de diciembre de este año.
Una muestra similar no se veía desde 1935, cuando se reunieron para mostrar su trabajo en conjunto, con la excepción que en aquella época también se incluyó el genio irreprimible del maestro mejicano Manuel Álvarez Bravo.
Julien Levy, galerista, coleccionista y creyente ferviente en las posibilidades implícitas en el arte fotográfico fue el artífice de aquella muestra memorable, parte de la cual se exhibe ahora en la Fundación Henri Cartier-Bresson en París. La muestra original en la Galeria Julien Levy de Nueva York se llamó “Documentary and Anti-graphic Photographs”, presumiblemente con el objeto de llamar la atención al trabajo de tres fotógrafos extraordinarios cuya mirada estuvo siempre mucho más allá del simple documental o el escueto recuento gráfico de la realidad.



















La muestra actual titulada “Fotografiando a América” cubre un periodo importante para ambos artistas ya que se centra sobre los años 1929 a 1947 y está conformada por 80 obras de época, sacadas en su mayoría del archivo del maestro francés y de colecciones privadas el norteamericano, a más de obras que posee el Museo de Arte Moderno de Nueva York.
Las imágenes fueron tomadas en Nueva York, Washington, Chicago y amplios retazos de los estados de California, Mississippi, Alabama y Louisiana. Le acompaña un bien fundamentado catálogo con una introducción de Agnes Sire, comisaria de la misma, junto a un ensayo sobre ambos artistas escrito por el crítico de arte Jean-François Chevrier.
De acuerdo a Chevrier, “Walker Evans y Cartier-Bresson tienen un punto esencial en común, el cual fue casi de inmediato reconocido en Nueva York (e ignorado en París): ambos se hicieron artistas en el proceso de reinventar la fotografía”.
Reinventar es tal vez un concepto apresurado si consideramos que el origen de muchos de los sub-textos visuales de Evans se hallan en el trabajo magistral del fotógrafo francés Eugene Atget, cuya obra es imposible de ignorar y cuya vision tocó directamente al fotógrafo americano durante el tiempo que éste vivió en París.
De Cartier-Bresson sólo podriamos añadir que su estilo tan personal y su visión particular de enfoque y composición lo hacen único e inevitablemente se le debe reconocer la formación de una escuela de reportería con visos de genialidad muchas veces imposible de imitar.

















Es indudable que quienes se esfuerzan por encontrar un punto común entre estos artistas coinciden en admirar el genio avasallante del fotógrafo francés comparado con la metódica apreciación del vernáculo en el artista Americano. Ambos se descubren mutuamente a medida que el trabajo de uno y de otro gana en altura.












En el año 2001, tres años antes de su fallecimiento, Cartier-Bresson en carta enviada a Peter Galassi, director de fotografía del Museo de Arte Moderno de Nueva York, expresa de manera inequívoca su admiración por quien fuera uno de los más insignes fotógrafos del siglo pasado: “Sin el reto que representó para mi la obra de Walker Evans, pienso que jamás me hubiera hecho fotógrafo”. Palabras mayores de quien es considerado quizá el más grande de los fotógrafos contemporáneos.
Evans se diferencia de Cartier-Bresson en que es un artista no tanto del momento como de la historia. Su función esencial no es la de encontrar ese “momento decisivo” que preconizó e inmortalizó al gran artista francés. Lo suyo es más bien la búsqueda constante de elementos que definen un lugar, una cultura, a partir de hallazgos casi insignificantes a simple vista pero que una vez consignados y sometidos al beneficio de inventario de la historia representan la fuerza de lo real maravilloso.


















Evans y de manera indudable Cartier-Bresson son importantes no por haber logrado descubrimientos monumentales, sino por haber buscado y hallado en la simpleza de minúsculos objetos-sujetos (un rostro, una esquina cualquiera) los rastros esenciales de un siglo que bien parece estuvo siempre más preocupado por rendirse ante el gusto efímero de lo insignificante.

Más información en este sitio:
http://www.henricartierbresson.org/

Saturday 4 October 2008

Young Photographer and Brother


Mid-June inside the Cathedral in Canterbury and the place is buzzing with the coming and going of tourists from all over Europe looking at the magnificent creation that man has managed on this amazing edifice. My two children enjoy going into the cloisters and the gardens every now and then to run around and play among the ancient monuments. My girl, Marina, is making her initial forays with her camera, even if it takes her only five minutes before she declares she is tired of taking pictures.

Teacher and Student, Rodin Museum, Paris







































At Rodin's extraordinary house and museum in Paris I was taken aback by the vision, for that is what it was, of someone looking strangely similar to Alfred Stieglitz, taking a self-portrait in company of one of his students. It seems as if old photographers can find spiritual solace in educating youngsters once the onset of age is upon them, us. This image proves it.

Los Consejos del Cura, Paris 2006



De acuerdo a mi memoria de una ya lejana adolescencia, los consejos de los curas siempre fueron tirados al olvido tan pronto éstos estuvieron fuera de vista. Caminando por entre la muchedumbre que acuciosa discurre por entre los pasillos y altares de la hermosa Catedral de Notre Dame en París, pude fotografiar este instante de luz entre las sombras de aquél no tan silencioso recinto. El cura hablaba con cierto elemento de pasión a dos jóvenes a quienes creo estaba impartiendo consejos aquella tarde y en ese momento acudieron como una nube mis recuerdos de infancia y juventud, cuando los curas de la escuela y la iglesia del barrio nos amenazaban con el infierno si no atendíamos sus sabios consejos.

Desnudo Fantasmal, San Francisco, 1990







































Mucho le debo a mis fantasmas. Aparecen ocasionalmente cuando menos se espera y siempre me resultan como cuando los encontré por vez primera, alucinantes. Pienso que muchas de mis imágenes se iniciaron siendo fantasmas. Ya existían antes que éstas fueran consignadas por la cámara a la posteridad. Podría aventurarme a añadir que ya eran formas latentes del pensamiento y preceden a la toma fotográfica por un gran margen. De modo que aquí va uno de ellos, aparición de una tarde en un tercer piso de una casa compartida con otros fantasmas en una época tan solo visible en la memoria.

Man and ugly doll, Lisbon

Hombre mirando al horizonte

Friday 26 September 2008

In Memory of My Brother Beto




















NOCIONES DE LA CRÍTICA

A mi hermano Alberto Borja Salazar, Cali 1997

Voy a juntar todos mis poemas
Para hacer de ellos una hoguera
Y así enviar señales de humo

Con mis versos
Como lo hacen los Apaches
En el cine de vaqueros.

Espero que mis palabras lleguen
A los ojos llorosos
O los oídos sordos de los dioses

Porque lo sé, también,
Que muy pronto seré
Prisionero de mis enemigos.

September 26th, ever since that fateful Friday in 1997, is a hard day for me to avoid, let alone forget. That day had begun as normal as any workday. But on his way to work he was met by what destiny had in store for him. It would be useless for me to go on at length on what I felt then or what I feel now, this day on the seemingly distant 2008. The pain is less but the memories loom large. So I can only repeat some words I wrote at the time of his death in the pages of La Palabra, Universidad del Valle's newspaper, where many of his writings on Jazz first appeared, hoping that they would bring a little peace to my heart.

















Cada Veintiséis de Septiembre la vida me recuerda de aquel terrible viernes, cuando mi hermano menor dejó de existir de manera sorpresiva. Han pasado once largos años, pero si acaso la pena ha disminuido, la memoria es constante y aún revive fuegos de un dolor de sangre.
Repito estas palabras que escribí entonces para la revista La Palabra, nuestra querida publicación de la Universidad del Valle en Cali:

Es frágil, intangible, incierta
la rosa de la vida, alentada
tan sólo por el inútil soplo
que la separa de la noche sin luna;
frontera que linda en el abismo
en cuyo fondo espera paciente
la caricia de un mar desconocido...

Saturday 20 September 2008

Richard Avedon







































"Cuando veo mis fotografías en un museo…parecen como si tuvieran muy poco que ver conmigo. Poseen vida propia. Tal como los actores en Pirandello, o en la película de Woody Allen "La Rosa Púrpura de El Cairo", en la que los actores salen de la pantalla y se unen a los espectadores. Mis fotografías se enfrentan con quienes las miran y yo - que soy el fotógrafo - me he convertido en un espectador más. Las imágenes salen a tu encuentro o a repelerte a partir de la maravilla y el terror que es la fotografía"
Richard Avedon

La aparición de la fotografía a partir de 1839, trajo consigo el derrumbamiento de antiguas barreras filosóficas y estéticas y la creación de nuevas fronteras en campos tan diversos como la ciencia, la comunicación y el arte. Se puede afirmar que con el advenimiento de la fotografía las sociedades modernas empiezan a experimentar una verdadera revolución estética. Simultáneamente se produce un reajuste, una nueva actitud acorde con los avances de la modernidad, evidenciada en la manera como el individuo se deja influenciar por lo que mira retratado en el nuevo arte. La imagen fotográfica se torna una extensión del infinito espejo, donde asistimos atónitos a los variantes reflejos del mundo. El ser humano ve reproducida su cotidianidad y la acumulación de su legado histórico-visual a partir del accionar de la cámara. La pintura y la literatura fueron los medios indiscutibles con los cuales el género humano describía, escribía e inscribía sus memorias hasta la aparición de la fotografía. Estos dos vehículos mediáticos empezaron a vivir cambios fundamentales en su estructura narrativa y en su apreciación por parte del lector-espectador desde entonces. La fotografía hizo posible que un grupo reducido de hombres y mujeres, originariamente mezcla de científicos y estetas, fueran muy pronto reemplazados por verdaderos ejércitos de gentes del común cuya función, al margen de cualquiera otra actividad, fue la de poblar la tierra de imágenes. Muchos de ellos interpretaron el mundo con una implacable visión de artistas. Richard Avedon, fotógrafo neoyorquino ha hecho lo propio durante una carrera que abarcó medio siglo. Nos mostró otras facetas del mundo en sus retratos donde no se encuentra ni la complacencia ni aquella sonrisa tan fácil de hallar en los álbumes de familia. Su legado artístico, su testamento fotográfico, es la abundante mezcla de imágenes que hablan de la vida contemporánea a partir de su trabajo de modas y su trayectoria como importante retratista. Es inevitable hablar de la fotografía de modas porque fue allí donde el fotógrafo adquirió un éxito notorio. Más importante aún es su trabajo artístico ahora parte de las colecciones permanentes en los más influyentes museos del mundo.

"Desde siempre ha existido esa separación entre mi trabajo de modas y lo que yo llamo mi trabajo más profundo. La moda es donde yo me gano el pan. No lo estoy menospreciando, es placentero ganarse la vida de esa forma…pero existe asimismo el profundo placer de trabajar mis retratos. Pienso que no es tan importante lo que uno considera ser, pero yo me considero un fotógrafo retratista…"

Avedon ha sublimado el retrato, decantado sería un término apropiado, a su más mínima expresión. Hablo aquí de la expresión esencial: la cara, el rostro humano, esa confabulación de emociones que viven a flor de piel o yacen subcutáneas a la espera de la chispa que habrá de explotar en conflagración. Su estilo es el del artista que resume el mundo en lo que crea y manifiesta desde los confines de su cueva creativa. Su estudio es el refugio donde se alberga otro universo. Es probable que su arte sea una extensión del ya lejano Nadar, quien hizo en París lo que Avedon habría de rehacer un siglo más tarde en Nueva York o Texas. Existe la calle, también, pero ese entorno exterior sirve tan sólo como fondo para ser fotografiado y automáticamente deviene en otro estudio del artista. Sus retratos viven en la austera fachada de quienes fueron sus sujetos. Y de paso contribuyen a recrear para la posteridad un gran retablo multifacético, indescifrable amalgama en que la sociedad norteamericana se ve reflejada en sus políticos, sus artistas, sus personajes rebeldes, sus mandatarios al desnudo, sus vagos sin hogar encontrados al garete a la vera del camino y, antes que se nos olvide, en las glamorosas galerías donde las delgadísimas modelos desfilan para siempre posando envueltas en sus ropajes imposibles.


Museo Jeu de Paume, Concorde, Paris
Julio, Septiembre 2008
Exposición organizada por el Museo de Arte Moderno de Louisiana

*Richard Avedon, New York City, 1923 - San Antonio, Texas, Oct 1-2004

Friday 12 September 2008

Cinema, Toronto 1976



I have always loved this picture. First of all because it has intrigued me to no end trying to imagine what was the woman reading at the time it was taken. Her expression seems to be one of heightened emotion as if what she has just read has stirred a slight feeling of terror in her. Secondly, because it will always bring my memory back to the anticipated feeling of exhilaration I felt as a child just before entering the darkened realm of cinema theatres where my dreams would be unleashed. I grew up going to the cinema every week when I was a child and several days a week when I was a young man living as an adult in Toronto. I can easily recall the smell of the lobbies, the upholstery, the buttered popcorn and the magic lantern throwing its light like a beacon from a lighthouse at night. That is the magic that has been lost and that I still miss dearly. So there.
Today I have decided to open that old trunk that I keep in my attic and look for things old, perhaps a little unusual, and definitely nostalgic. These images were taken at a time in which my life was a constant search for visual excitement, when I used to roam the streets of Toronto, my city at that time, always looking around for things, anything, to photograph. This one is one of my favourite photographs, not only because it represents one of the biggest loves of my life besides my children-the cinema- but also because the negative has been lost for many years and there is only this old copy in existence.

Photo reporter at work, Toronto 1977


Just like I said. Always looking for images; there was no before or after work, there was simply work, night and day. Mostly night and the images were everywhere waiting to be taken. This is a night view of the Toronto City Hall on a late autumn evening with a bunch of lads having one last cigarette before going home.

Man Searching for Something


I feel that the title of this image also speaks of me and my endeavours, as I was always looking for something; in my case, images in all places, even where some could not be found. Sometimes the search yields work/ images that will become memories thirty years later, as it's the case today, in the most unsuspecting places of all.

Bloor Street, Toronto 1979


Just before entering the newspaper office, Bloor Street and Brunswick, in good old Toronto, this man is waiting for the traffic light to change. We all look with suspicion when someone approaches us on the street and points a camera in our faces, don't we?
Back those days I was a fearless reporter in my neighbourhood. This shot proves it.

Rivalidades































Of all the rivalries in an immigrant community none is as heated, poignant and divisive as the one that the fans display from the edges of the football pitch and the players play out in the field itself. This image is a left-over of my newspaper days when the weekends were dedicated to follow the football matches in the Latin American community. Here, two players from the Uruguay and Peru teams dispute the ball in a silent physical argument that has the grace and strength of a ballet set- piece.

Man on the run, Toronto 1978


This man was an illegal immigrant in Toronto. He had come as a visitor from the Dominican Republic and made a living from occasional menial jobs and was always looking over his shoulder for fear of being caught and deported back to his homeland. They finally got him, after a trivial incident that escalated into a row, with the girlfriend he had found to sooth his loneliness. She called the cops on him.

Early Evening Walk