Hace ya un par de años y por aquellas coincidencias que hacen de lo fortuito la norma que rige ciertas disciplinas creativas, me encontré una mañana de trabajo con un pájaro muerto de frío en las ramas de un arbusto. Decidí hacer con él, entre hojas y plumas recogidas del parqueadero de la escuela, unos fotogramas en el laboratorio.
Después de varios meses de descanso entre sombras invernales el pajarillo multiplicado en varias copias de 16x20 pulgadas fue a parar a manos de mi querido amigo el pintor mexicano Luis Kerch. Debo añadir aquí que Luis, más que pintor es un paisajista de pinceles elegantísimos.
Esta serie es un segmento de un número mayor de imágenes en las que Luis trabajó febrilmente una tarde del verano pasado, antes de dejar Inglaterra por las doradas colinas de Madrid.
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