Esta imagen fue hallada bajo el pabellón de la playa en Cádiz el verano pasado. Es un sitio de reunión de adolescentes quienes se agrupan en las noches a beber cerveza, a fumar hierba y a follar como debe ser cuando se es joven y sin piso independiente.
A pesar que no siempre he estado incitado a retratar el grafitti cotidiano, esta serie de dibujos escuetos, trazos primitivos en su concepción de mensaje burdo, al carbón o a crayola y sin intenciones en erigirse en "arte callejero", como tanta pintada con ínfulas mayores me hizo volver la vista. Los dibujos me llamaron la atención y me hicieron pensar que a pesar de los desarrollos en tecnología y las comunicaciones, el sentimiento de querer hacer algo chocante continúa vivo en nuestros jóvenes, quienes habían ilustrado (si así se le puede llamar) las paredes y las columnas con dibujos y mensajes de este estilo.
Me trajo a memoria el llamado a la acción de un anarquista en ciernes en mi adolescencia, a quien alguna vez se le oyó decir respecto del uso de las paredes como libro abierto a todos: Todo colombiano que se respete debe escribir puta o culo. Resulta más que cómico pensar que nuestra conciencia política por aquellos días apenas llegaba al borde del horizonte donde terminan estas dos palabras.
Yo, ya hombre alejado de tales menesteres, debo recordar hoy más que nunca las sabias palabras de mi padre al respecto: La pared y la muralla son el papel de la canalla. He dicho.
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