La vida se compone de minúsculos eventos que añadidos uno a otro por el paso del tiempo, matizados por las tragedias que nos llegan, idealizados por los recuerdos que quedan a la vera del camino, van conformando una larga estela de imágenes que son ahora tan solo sueños, pero que en su momento fueron hechos reales dictados por la luz.
Tomemos por ejemplo esta fotografía tomada en 1976 de mi hermano Alberto Borja, cuando andaba por sus 25 años. Acababa de llegar de Nueva York, donde había estado viviendo desde hacía casi un año, y ha viajado hasta Toronto para una corta visita. Los diálogos se los llevó el viento apenas fueron dichos, pero él, lo que era aquella tarde, permanece en esta fotografía altivo como una estatua.
Imagino que habremos discutido y rememorado sobre tantas cosas como siempre lo hicimos: de amigos, de mujeres, de libros; que tal vez nos emborrachamos a punta de cerveza y que hemos fumado dios sabe cuántos tabacos verdes, sentados en la arena de la pequeña playa frente a mi casa que daba sobre el Lago Ontario y desde donde pienso pudimos haber admirado la ciudad al caer la noche y, ya entrada en la oscuridad, nos hemos quedado lelos frente a la imponente urbe resplandeciente de luces de mercurio.
En la tarde, antes de que el sol huyera tras los árboles, he sacado mi cámara para fotografiarlo posando de bacán muy a lo Paul Newman, sobre su bicicleta como en Butch Cassidy and the Sundance Kid, y la vida era tan solo un respiro continuo frente al mundo y éramos apenas unos niños grandes salidos del hogar materno jugando a ser mayores, ganando para el pan y la cerveza y los cigarros, en trabajos que iban y venían como las olas de aquella pequeña playa aquella tarde.
Hoy ya soy un tipo entrado en mis sesentas, la vida se me vino encima en un abrir y cerrar de ojos; las memorias han quedado catalogadas en un caótico espectáculo de cajas amontonadas por doquier, repletas de negativos y de pedazos de escritos en papeles de índole diversa.
Y hoy, precisamente hoy, veintiséis de septiembre del año dos mil diez, mi hermano menor viene de nuevo a la memoria en esta imagen, tomada a principios de un otoño hace ya tanto tiempo olvidado y me obliga a recordarlo en el aniversario de su muerte hace ya trece años, en la inevitable y dolorosa fecha que habré de acarrear en mi pecho hasta el final del tiempo.
1 comment:
Maxiama tu apologia a la memoria de nuestro inolvidable hermano Beto.....bacan de bacanes!!
Que el Todo Poderoso lo mantenga en el mas alla por largo rato para asi un dia re-encontrarnos todos al final de los tiempos.
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