Manuel, Lolo para sus amigos, es el personaje que mejor identifica el espíritu de verano en Cádiz. Su presencia es una constante en la vida de la maravillosa playa gaditana. Los regulares de esta playa se identifican de inmediato entre sí, se saben practicantes de la misma religión: la adoración del sol.
Lolo, puede decirse, es el sumo sacerdote. Su dedicación a la playa, al sol, a la candente arena, es permanente y sin ambages. La playa es su vicio supremo, su dosis diaria de lo que sea que le entra por los poros.
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