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Vivir en una isla tiene sus encantos. Uno de ellos el rígido horario de los botes que habrán de llevarnos al continente. Sucede que cuando hemos llegado tarde y vemos que el ferry se aleja, dejando su estela espumosa sobre la superficie del agua, no queda más alternativa que esperar otra media hora la llegada del próximo. Eso, y sacar la cámara del bolso y abrir los ojos para ver todo aquello que no vemos, pero que tantas veces hemos mirado sin haber siquiera prestado atención. Para muestra un botón.
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