Sunday, 11 January 2009
El paso del tiempo
Treinta y cuatro años separan estas dos tiras de retratos. La primera recoge la cara inocente de un joven soñador, en Toronto en 1974; y la segunda, el rostro ya curtido por el tiempo y los andurriales, de un hombre más allá del medio siglo, en el invierno de 2008 en París.
En medio de ambos tiempos tan diferentes el uno del otro, está el territorio del sueño y el desengaño; de las ilusiones perdidas y las metas logradas; de los descubrimientos y las asombrosas verdades que la vida nos brinda.
En ellas vemos al joven que usa la gorra para esconder su rostro ante el temor del futuro incierto de inmigrante, sin mucho más destino que el que la vida habrá de ir descubriendo de a poquitos. En la segunda, el hombre ya ungido de experiencia y caminos recorridos, recurre a su instrumento para mostrar que aún sigue en busca de las verdades que la vida le trae día a día.
"No he hecho nada para estar tan viejo", dijo el poeta, palabras que ahora repito, en esta hora de sinceridades a la fuerza.
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