Se celebra por estos días en París una muestra de fotografía de dos artistas que por separado brindaron al Siglo XX una visión personal y definitoria del talento artístico con el que se enriqueció este arte. La exhibición está abierta desde el 10 de septiembre y lo estará hasta el 21 de diciembre de este año.
Una muestra similar no se veía desde 1935, cuando se reunieron para mostrar su trabajo en conjunto, con la excepción que en aquella época también se incluyó el genio irreprimible del maestro mejicano Manuel Álvarez Bravo.
Julien Levy, galerista, coleccionista y creyente ferviente en las posibilidades implícitas en el arte fotográfico fue el artífice de aquella muestra memorable, parte de la cual se exhibe ahora en la Fundación Henri Cartier-Bresson en París. La muestra original en la Galeria Julien Levy de Nueva York se llamó “Documentary and Anti-graphic Photographs”, presumiblemente con el objeto de llamar la atención al trabajo de tres fotógrafos extraordinarios cuya mirada estuvo siempre mucho más allá del simple documental o el escueto recuento gráfico de la realidad.
La muestra actual titulada “Fotografiando a América” cubre un periodo importante para ambos artistas ya que se centra sobre los años 1929 a 1947 y está conformada por 80 obras de época, sacadas en su mayoría del archivo del maestro francés y de colecciones privadas el norteamericano, a más de obras que posee el Museo de Arte Moderno de Nueva York.
Las imágenes fueron tomadas en Nueva York, Washington, Chicago y amplios retazos de los estados de California, Mississippi, Alabama y Louisiana. Le acompaña un bien fundamentado catálogo con una introducción de Agnes Sire, comisaria de la misma, junto a un ensayo sobre ambos artistas escrito por el crítico de arte Jean-François Chevrier.
De acuerdo a Chevrier, “Walker Evans y Cartier-Bresson tienen un punto esencial en común, el cual fue casi de inmediato reconocido en Nueva York (e ignorado en París): ambos se hicieron artistas en el proceso de reinventar la fotografía”.
Reinventar es tal vez un concepto apresurado si consideramos que el origen de muchos de los sub-textos visuales de Evans se hallan en el trabajo magistral del fotógrafo francés Eugene Atget, cuya obra es imposible de ignorar y cuya vision tocó directamente al fotógrafo americano durante el tiempo que éste vivió en París.
De Cartier-Bresson sólo podriamos añadir que su estilo tan personal y su visión particular de enfoque y composición lo hacen único e inevitablemente se le debe reconocer la formación de una escuela de reportería con visos de genialidad muchas veces imposible de imitar.
Es indudable que quienes se esfuerzan por encontrar un punto común entre estos artistas coinciden en admirar el genio avasallante del fotógrafo francés comparado con la metódica apreciación del vernáculo en el artista Americano. Ambos se descubren mutuamente a medida que el trabajo de uno y de otro gana en altura.
En el año 2001, tres años antes de su fallecimiento, Cartier-Bresson en carta enviada a Peter Galassi, director de fotografía del Museo de Arte Moderno de Nueva York, expresa de manera inequívoca su admiración por quien fuera uno de los más insignes fotógrafos del siglo pasado: “Sin el reto que representó para mi la obra de Walker Evans, pienso que jamás me hubiera hecho fotógrafo”. Palabras mayores de quien es considerado quizá el más grande de los fotógrafos contemporáneos.
Evans se diferencia de Cartier-Bresson en que es un artista no tanto del momento como de la historia. Su función esencial no es la de encontrar ese “momento decisivo” que preconizó e inmortalizó al gran artista francés. Lo suyo es más bien la búsqueda constante de elementos que definen un lugar, una cultura, a partir de hallazgos casi insignificantes a simple vista pero que una vez consignados y sometidos al beneficio de inventario de la historia representan la fuerza de lo real maravilloso.
Evans y de manera indudable Cartier-Bresson son importantes no por haber logrado descubrimientos monumentales, sino por haber buscado y hallado en la simpleza de minúsculos objetos-sujetos (un rostro, una esquina cualquiera) los rastros esenciales de un siglo que bien parece estuvo siempre más preocupado por rendirse ante el gusto efímero de lo insignificante.
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http://www.henricartierbresson.org/