Afortunadamente existen documentos que prueban nuestra existencia avant la lettre, tal como queda demostrado en esta antigua Cédula de Ciudadanía en la que, cada vez que la veo, me encuentro de frente con mi rostro y el de mis hermanos.
Imagino a mi viejo recién salido del Servicio Militar obligatorio buscando trabajo en Bogotá, en lo que fuera, llevando la cara que algún día habrían de reflejar los espejos cuando sus hijos se miraran en ellos.
La fotografía deviene entonces el gran espejo cósmico, el carrusel mágico y a la vez real donde podemos, si somos afortunados, encontrar un reflejo del presente que nos hace ver nuestro pasado en momentos como este.
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