De nuevo aparecen en mi mente los recuerdos de mi hermano en este día, en lo que hubiera sido su cumpleaños número 65. Tantas historias hoy rememoradas de nuestra infancia, nuestras adolescencias paralelas y nuestra madurez en ciudades lejanas desde donde podíamos tan solo recordar las palmas del parque de la niñez o las baldosas hirvientes de las piscinas de San Fernando en los incontables días donde transcurrió gran parte de su vida.
La vida nos llevó y nos trajo una vez más al terruño, a esa Cali que será siempre nuestro punto de referencia, así en la vida como en la muerte. Hoy veo a Beto una vez más en este retrato, tal como siempre fue, un mediodía en el apartamento de la calle Fulton en San Francisco. El rostro serio, la mirada vaga, el ceño fruncido y como haciendo esfuerzo por recordar algo lejano.
El tinte sepia de la imagen nos lleva a sentir una cierta nostalgia indefinida, un sabor a tiempo ya pasado. Siempre quedan los recuerdos que afloran a la mente y nos permiten regresar a palabras y escenas que creímos ya olvidadas. Todo aquello que nunca podrá serlo porque el afecto nos lo impide.
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