Muchos años después de dejar el terruño regresé a casa y me encontré que el muchacho que hacía los mandados en la casa de al lado había crecido y que además seguía siendo mudo. Sólo que ahora se había cambiado de bando y que además ejercía la prostitución en las callejuelas peligrosas del centro. Una noche algún machista infame, alebrestado y lleno del coraje que dan el whisky y la coca, se bajó de un auto y le metió dos o tres disparos a quemarropa. El mudito de antes, que era ahora la Mudita, quedó inválido de por vida, incapaz de caminar sin ayuda de muletas y con gran esfuerzo.
Valga decir que ese incidente no le impidió solicitarme ser fotografiado una tarde en la sala de la casa de mi madre.
1 comment:
Fuerte!
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