Wednesday, 30 November 2011
Darcy Padilla y su Gran Documental
La fotografía, por naturaleza e instinto, recoge información visual que, una vez diseminada, determina emociones o el interés de quien se detiene a observarla. Algunas veces logra demostrar tremendas verdades difíciles de ignorar.
Este es uno de esos casos. Un encuentro casual entre dos personas de mundos opuestos ha dado origen a uno de los más interesantes foto-documentales de que he tenido noticia estos últimos años.
En 1993 una joven fotógrafa, Darcy Padilla, se acercó hasta la entrada de uno de los muchos hoteles de mala muerte –literal y figurativamente- que pululan en el paupérrimo distrito llamado the Tenderloin en San Francisco, California.
Este es un barrio enclavado en el centro de la ciudad, justo en medio de su próspero distrito comercial y las mansiones que coronan la cresta de la colina desde donde se divisa la bahía en aquella ciudad maravillosa.
Allí habitan muchos seres que la sociedad prefiere ignorar: drogadictos y borrachines irredentos, atracadores de profesión, prostitutas de todos los géneros y también obreros de paso y nuevos inmigrantes.
Darcy Padilla llegó hasta las puertas de uno de estos hoteles, en febrero de 1993, con la idea de hacer un documental fotográfico sobre los médicos que atienden a integrantes de un número no insignificante de quienes pueblan parte de este vecindario: los enfermos de Sida que terminan sus vidas hacinados en hoteles de caridad y hospicios administrados por el Departamento de Salud Pública.
A la entrada del hotel Ambassador la fotógrafa encontró una joven, Julie Baird, con quien habría de entablar amistad y a quien habría de fotografiar a lo largo de cerca de dieciocho años hasta la muerte de ésta, en 2010.
La joven de 19 años había huido de casa, donde había sufrido de abuso, a los 14 años, y ahora vivía en este hotel de paso.
Este encuentro casual devino, en el transcurso de los años, The Julie Project, un compendio de imágenes que hablan de la pobreza, el abuso infantil y las desigualdades sociales de la sociedad norteamericana.
Al ver las imágenes y leer los textos que componen este extraordinario documento de compasión, amistad y dedicación a la profesión, no puede uno menos que sentir un estremecimiento profundo.
Es un catálogo humano donde resaltan ciertos valores espirituales, tan escasos en esta época donde impera el déficit de atención y la poca importancia que nuestras sociedades brindan a una historia minúscula extraviada entre las grandes tragedias de nuestro tiempo.
Hace ya cerca de veinte años y gracias a la amistad generosa del gran fotógrafo Paul Fusco, pude admirar la simiente de un proyecto similar. Fusco pasó meses fotografiando enfermos de Sida en esos mismos hoteles del distrito en cuestión.
Lo que pude soslayar, a partir del incipiente documental aquel entonces, fue un gran retablo de visos dantescos que ponía de relieve la proporción de la tragedia humana en un segmento de población condenado a una muerte temprana por causa del mortal virus.
Darcy Padilla ha ido mucho más allá del llamado de su profesión y su alto sentido de humanista: ha seguido cuidadosa y consistente a través de los años, a quien hiciera sujeto de su documental. Su trabajo enaltece la vocación que profesaron muchos de sus predecesores.
Por medio de sus fotografías nos enteramos de las relaciones de Julie, de su lucha por controlar el Sida, de los cinco hijos nacidos de esas relaciones, de sus terribles actos de auto-destrucción y de cómo trató de corregir infructuosa los muchos errores a los que su vida le arrastró a cometer.
Es un collage fantasmagórico elaborado sobre la tragedia de un ser humano condenado a cumplir una sentencia pre-establecida por las circunstancias de su existencia miserable.
El año pasado la Fundación W Eugene Smith concedió a Darcy Padilla el premio anual de esta organización, como reconocimiento al trabajo realizado en la elaboración del dramático documental.
El galardón lo concede esta organización, que lleva el nombre de uno de los más grandes foto-documentalistas del siglo xx, a quienes considera que mantienen vivo el espíritu altruista de la profesión fotográfica.
Darcy Padilla, radicada en San Francisco ha publicado su trabajo a nivel internacional y ha recibido con anterioridad grandes honores, entre ellos el premio de la Fundación Alexis, la Beca de Getty Images por su trabajo editorial y una beca de la Fundación Simon Guggenheim.
Este trabajo fotográfico puede ser visto en su página web y en la página de la Fundación W Eugene Smith:
http://www.darcypadilla.com/thejulieproject/intro.html
http://smithfund.org/recipients/2010-darcy-padilla
Monday, 21 November 2011
Sunday, 13 November 2011
Petite Danseuse
She danced with the irrepressible energy of the possessed. She twirled around in manic twists and turns as in the throes of a powerful unstoppable force. She brought to mind happy memories of an undisclosed nature. She bathed herself in the fiery red of her mantilla while my eyes followed her mesmerized by what they were seeing.
Saturday, 12 November 2011
La Bailaora
Tuesday, 1 November 2011
Diane Arbus Cuarenta Años Después
Este pasado verano, Julio 26 de 2011, se cumplieron cuarenta años de la muerte de Diane Arbus. Su obra más memorable sobrevive en sensitivos retratos de seres que el resto de la sociedad de la época dio en llamar ¨marginales¨. Es decir, gentes que hoy día serían tratados con más simpatía, o al menos con el necesario respeto que se les otorga a aquellos que sufren de enanismo, dificultades de aprendizaje u otras formas de ser diferentes.
De igual manera su catálogo incluye el travestismo y retratos de quienes se ganaban la vida exponiendo ante el público curioso de ferias sus mutaciones genéticas: los mal llamados ¨freaks¨ sobre los cuales muchos críticos centran el argumento de sus acusaciones.
Diane Arbus saltó a la fama en una exhibición propuesta y regentada por John Szarkowski, en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Este eminente crítico y curador fue su principal impulsor y se le acredita con haberla revelado para la posteridad.
Antes de ello Arbus había trabajado en compañía de su esposo en un estudio de publicidad y fotografía comercial. Posterior a su divorcio de su esposo-socio Allan Arbus, la artista comenzó a publicar foto-reportajes en revistas y emprendió el desarrollo de su carrera artística a medida que fue descubriendo muchos de los personajes que formarían el canon de su obra.
Las fotos que cimentaron su prestigio demuestran siempre una aproximación amistosa y sensitiva hacia otros seres, muchos de ellos víctimas de anomalías físicas y rasgos que les situaban fuera de lo común. Su trabajo fue tildado en algunos ámbitos de opinión como explotador y malintencionado.
Otros en tanto han llegado a aceptar que su misión consistió en reconocer y descubrir ternura en seres marginados y descalificados que se movían por fuera de las reglas sociales. Mucho se ha especulado desde su suicidio en 1971 sobre los fundamentos de su obra, su perceptiva visión y los motivos que le llevaron a producir todo cuanto le hizo famosa.
Se le ha acusado de ser una explotadora de la miseria humana; de estar a la caza de todo aquello que apela a nuestros bajos instintos – vouyerismo y morbo, entre otros. Sin embargo, el análisis posterior de su obra deja en claro que su intención fue siempre la de desvelar, por medio de su cámara fotográfica, un territorio artístico que estuvo durante mucho tiempo supeditado al ejercicio humanista de denuncia contra la explotación misma.
Antes de ella quienes habían pisado ese terreno fueron artistas-activistas de la talla de Lewis Hine y Jacob Riis, sin que nunca, por razones de época y de interpretación llegaran a aproximarse al canon artístico presente en la obra de Arbus o su referente humanista.
Su actitud personal, presente en un gran legado de escritos al respecto, nos muestra un ser humano en busca del reverso de lo que consideramos normal. Sus imágenes fotográficas dejan ver en su obra una artista cuya función consistió en escudriñar más allá del límite de esa mal llamada normalidad, buscando comprensión para aquellos que carecían de ella.
Dos de sus fotografías hoy se consideran indispensables en toda antología: las gemelas, a las que se mira con un cierto aire de incredulidad, y el retrato de un niño que sostiene en su mano una granada de fragmentación, de juguete, en un parque neoyorkino.
Las gemelas fueron referenciadas por Stanley Kubrick en la película El Resplandor, como símbolo de un horrendo crimen y el niño del parque permanece allí en medio de la locura que siempre se pensó puede ser hallada a la vuelta de la esquina en las calles de la urbe.
En la Galería Tate Modern de Londres hay a la vista una muestra intimista de su obra capital. Es de especial importancia lo que hay para admirar, particularmente una serie que durante muchos años ha pasado casi desapercibida.
Se trata de la serie llamada Untitled, realizada en un hogar para discapacitados mentales, en la que vemos la mano suave y la visión férrea de una artista que, ante situaciones potenciales de explotación se explaya en retablos llenos de simpatía hacia un grupo humano menos afortunado que ella y que nosotros.
Allí se hace evidente el cariño que siente por lo que profesa, a más de un gran sentido de responsabilidad, frente a lo que le habría de convertir en una figura muy alta en la fotografía del siglo xx.
All images © Diane Arbus Estate
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