Friday 27 August 2021

Robert Adams, el Paisaje Como Defensa

 All Images © Robert Adams-Photographer





Existe una larga tradición en el arte fotográfico del oeste norteamericano que propugna por la defensa del medio ambiente. Ya desde mediados del siglo xix vemos la aparición de fotógrafos cultores de un arte que se identifica no únicamente con las propuestas estéticas de entonces, sino también con la protección de las tierras, ríos y montañas de aquella región privilegiada. 

La exploración del Oeste, en particular California, amenazada por la expoliación desmesurada inherente a la fiebre del oro, produjo una reacción contra la contaminación proveniente de tales prácticas y los riesgos que aquello representaba para el entorno natural.

Vemos como aparecen los defensores de la tierra y las aguas entre ellos el autor y naturalista John Muir y los fotógrafos Carleton Watkins, William Henry Jackson a finales del siglo xix. 

En el siglo pasado, Ansel Adams se destaca por ser un artista mundialmente reconocido por su obra fotográfica de factura impecable y su defensa incontrovertible en favor de la protección del medio ambiente.

Robert Adams, nacido en Orange, Nueva Jersey, en 1937 ha hecho carrera con sus series de fotografías que muestran e investigan visualmente la intromisión desmesurada del urbanismo, la construcción de ciudades de manera vertiginosa, en el oeste norteamericano. 

A los 15 años su familia se mudó a Wheat Ridge, una comunidad suburbana de Colorado. Allí desarrolló un gusto por la vida al aire libre y a caminar por entre los bosques. Posteriormente, ya adolescente, pasó sus veranos como Boy Scout en los campos naturales de las Montañas Rocosas. 

De allí proviene su afecto, evidente en su obra fotográfica, de la vida al aire libre, las montañas y bosques de aquella tierra que le moldeó. Sus fotografías poseen un rigor formal muy cercano al de Ansel Adams, en la estructura de sus composiciones. De allí surge el silencio de los objetos de que habla al referirse a su trabajo. No de una manera romántica, sino más bien, de forma práctica como tratando de hacernos entender que si no actuamos hoy para proteger lo que todavía existe, aquél silencio se habrá perdido para siempre.

Su influencia ha crecido notablemente estos últimos años, sobre todo en algunos personajes que forman parte de nuevas generaciones de fotógrafos-artistas, quienes ven en él el portaestandarte de un movimiento (protección del medio ambiente) que, si bien es cierto, tiene adeptos en muchas partes del mundo, no lo está menos rodeado de enemigos y tiene que enfrentar a adversarios mucho más poderosos por todos los rincones de la tierra.

En la mayoría de su trabajo, sus imágenes logradas principalmente en Colorado y California, Adams establece un equilibrio con el cual intenta mantener una cierta esperanza a favor de la naturaleza y su persistencia contra la desazón originada por la destrucción de aquello que fue, hasta hace un tiempo relativamente corto, parte de territorios intocados por el hombre. 

Para aquellos que hemos experimentado los paisajes de California, sus montañas de piedra, sus ríos y sus pueblos polvorientos a la vera de caminos podemos imaginar con cierta trepidación lo que espera a esas tierras de continuar la colonización desmedida del campo y los bosques.

Para quienes hemos crecido a la sombra tutelar de Ansel Adams, nos hemos nutrido de su insigne misión de preservar lo que hasta ahora ha sobrevivido de virgen, de espléndido, no podemos menos que celebrar la muestra de este artista.

Los intereses económicos son muy fuertes y muchas fortunas han crecido amparadas en la deforestación global. Los grandes consorcios de desarrollo urbano y suburbano van al banco tomados de la mano de gobernantes inescrupulosos.

Vale la pena preguntarse a estas alturas: ¿será capaz un grupo de artistas hacer mella en tal coraza?


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