Una es en color, Nueva York en algún momento de 1979-80, los detalles se hacen difusos de cuando en cuando. Largas noches en el Village escuchando Jazz y bebiendo cerveza hasta la madrugada antes de emprender camino a un apartamento, prestado por una semana de una amiga de Laura, donde íbamos a descansar los proverbiales huesos, para salir de nuevo como nuevos a la noche neoyorquina a hacerlo una vez más.
La otra, mucho más cercana y más querida, involucra a nuestra madre bajo cuya sombra se escuda el Beto, tímido a sus año y medio o dos años de edad en aquellos paseos al campo que hoy parecen pertenecer al medioevo.
Hoy, mi hermano menor hubiera cumplido 62 años.
La memoria puede ser larga, pero el afecto es más profundo.
No comments:
Post a Comment